No es poco lo que alcanza a mostrar Tarantino en su nueva obra. Manejando todas las insinuaciones históricas de un relato ambientado en el Hollywood de 1969, con Román Polanski, Sharon Tate, Bruce Lee y Steve McQueen, el director arremete con una historia que es puro cine, y en su defecto, un homenaje al cine que más admira. Por eso, mezcla los géneros con una soltura abismante y se queda pegado en los elementos más característicos que mejor definen aquellos tiempos ( brillantes y coloridos neones, cócteles exuberantes y excesivos, hermosos cadillacs de lujo, cotidianos viajes en Pan Am, la mirada crítica al movimiento hippie, las fiestecitas de la mansión Play Boy, los contrastes entre el desierto californiano y las mansiones de las estrellas llenas de piscinas, etc ). Premunido de todo este arsenal, lo que hace en definitiva es una exaltación a esos viejos tiempos, en que las películas condicionaban las aptitudes y el modo de pensar de la mitad del mundo. Para integrar las motivaciones centrales, la historia se centraliza en los esfuerzos de un actor de cierto renombre y su doble, amigo y confidente ( gran química entre Leonardo Di Caprio y Brad Pitt ), por readaptarse a los nuevos tiempos. También es un cuento sobre la amistad entre hombres, sin caer en ambigüedades, y un sensible y objetivo homenaje a la meca del cine. Sin duda que es puro Tarantino de principio a fin, pese a sus tres horas. |
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